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Comencé a traducir textos hace poco, después de que mi esposo me lo sugiriera. Lo encontré entretenido porque podía dedicar mi tiempo a hacer algo que siempre disfruto: leer.

El primer intento lo hice con un libro que me gusta mucho y que difícilmente encuentro en español. Tengo una copia en casa que recuperé en una venta de saldos, junto con otros libros de la misma colección, pero seguir comprando el resto de la colección fue difícil. Muy por el contrario, este libro en inglés es bastante fácil de encontrar en muchas versiones. Hablo del libro azul de los cuentos de hadas de Andrew Lang. El proceso ha sido duro. Yo sabía leer en inglés, pero incluso eso me era penoso. Mi esposo, por el contrario, estudió letras inglesas en la UNAM así que me recomendó que comenzara y él iría revisando.

Al ser el primero de todos, ese libro ha sido también el más difícil. Es el que tiene más errores de mi parte, que requiere de más revisión y muchas relecturas. Pero espero que ese primer libro pueda publicarlo en Amazon en dos meses a más tardar.

A raíz de ese primero, comencé a buscar libros antiguos en inglés y encontré un infinito número de ellos, libros de los que yo no había escuchado, otros que ilustraban cuentos con dibujos que nunca había visto, colecciones de cuentos de lugares que pensé que hasta ahora se estaban generalizando. Después de dos años comprendo que los libros de 1900 tienen cierto parecido con lo que ocurre en este momento de la historia.

En esa época sucedieron dos cosas: ya existía la imprenta y el papel comenzó a ser barato. Los dos eventos más remotos se acoplaron y como resultado la gente comenzó a tener acceso a la letra impresa. Fue el primer momento en el mundo en el que la lectura ya no se remitía tan sólo a la gente con dinero suficiente para comprar un libro, ya que comenzaban a existir revistas y periódicos. El internet hizo algo similar, puso al alcance de más personas las letras e ideas.

Leer viejos libros es como recordar que éste no es el primer momento en la historia en que todos tenían algo que decir y había la posibilidad de hacerlo. Es voltear a ver una revolución que no sabía que había pasado.